EL BAILE SIEMPRE HA SIDO MI PASIÓN
En el anterior artículo os comenté que siempre he querido dedicarme a la música, principalmente a cantar, aunque el baile siempre ha sido una disciplina muy presente en mi vida.
Desde muy pequeña siempre me ha gustado bailar, yo era una niña que se pasaba el día haciendo coreografías que luego enseñaba a sus padres con gran ilusión. Además, me encantaba (y me sigue encantando) encerrarme en mi habitación con la música a todo volumen e improvisar algunos pasos. Del mismo modo, me fascinaba imaginarme que estaba en un concierto donde yo era la estrella principal que bailaba y cantaba con muchos bailarines. Nunca tuve un género preferido, aunque desde siempre me ha gustado la música con mucho ritmo (digamos que las baladas no son lo mío).
Tanta era mi pasión por el baile que a los 8 años mis padres decidieron apuntarme a una academia de baile flamenco. Seguramente os estaréis preguntando por qué decidí apuntarme a este tipo concreto de baile, y la verdad es que no lo sé, solo recuerdo que algunos niños de mi colegio se apuntaron y yo fui con ellos. No tengo muchos recuerdos de esta etapa, ya que era demasiado pequeña y lo veía más como un hobbie que como una pasión; es cierto que al principio iba muy ilusionada a las clases, pero con el tiempo las coreografías empezaron a aburrirme y finalmente dejé de ir.
Poco después me apunté a baile moderno en mi colegio, era una extraescolar que se daba los lunes y los viernes por la tarde y a la que iba con todas mis amigas. Tengo buenísimos recuerdos de los años que pasé aquí, pues estuve 4 años (hasta que me fui del colegio en 6 de primaria) y el aprendizaje y los valores que me enseñaron siguen estando muy presentes en mi vida. Durante esta etapa no solo aprendí a bailar, sino que forjé una gran familia con todos los compañeros y descubrí el significado del talento y de la pasión.
En tercero de la eso (un año después) una amiga me comentó que estaba pensando en apuntarse a baile y yo le dije con mucho entusiasmo que nos apuntáramos juntas. Estuvimos mirando varias academias (aunque yo ya sabía cuál era mi favorita porque busqué mucho el anterior año) y finalmente nos apuntamos. Pasado un tiempo, otras dos amigas decidieron apuntarse con nosotras y al final estuvimos las 4 en la misma academia. Todo parecía muy bonito, pues los días de baile me pasaba el día entero con mis amigas, íbamos al instituto y después nos veíamos durante 1 hora y media en la clase, era un plan genial. Sin embargo, esta academia no cumplió para nada mis expectativas, la profesora se tomaba las clases demasiado en serio y si te equivocabas en un solo paso paraba toda la clase para regañarte. Sentía que me juzgaban demasiado y que ese no era para nada mi sitio. A pesar de todo, estuvimos un año en esa academia e incluso fuimos a un concurso.
Desde entonces no he vuelto a apuntarme a ninguna academia, principalmente por el esfuerzo y las horas que requería el instituto, y ahora incluso más, la universidad. Sin embargo, no puedo negar que lo echo de menos, ya que era realmente algo que disfrutaba muchísimo y no descarto para nada retomar las clases en algún momento de mi vida.
Aun así, yo nunca he dejado de bailar (aunque no sea profesionalmente) y creo que nunca lo haré, porque es un arte que me encanta y con el que me siento completamente libre y feliz.


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